por Nicolás P. Bengoa
Hubiese sido mas simple titular rindiendo culto a Rodolfo Walsh, cuando señalaba como “ESA MUJER” a la luchadora por los derechos femeninos (y masculinos) en nuestro país. La utilización del plural no es inocente, es que en el día de la mujer queremos homenajear a “nuestras mujeres”; y no hablo de una cuestión familiar o amorosa sino a nuestras mujeres peronistas, nuestras mujeres que hicieron (en el siglo pasado y en este) que nosotros los hombres nos enamorásemos y admirásemos su fuerza femenina en el ejercicio de la política. Eva y Cristina, dos nombres, dos emblemas, dos luchadoras por los que menos tienen, claro que cada una a su modo. Eva (la humilde morochita devenida en rubia) que se mudó desde Los Toldos a Buenos Aires con el sueño de actuar, quién según sus propias palabras poseyó el el eterno agradecimiento a Perón por lo que es y por lo que tuvo, que fulminada por el cáncer insistía con que se le propinen sedantes para poder cumplir con los mas humildes. Cristina, una abogada proveniente de la ciudad de La Plata, que se fue al sur siguiendo los pasos de un pingüino, la que en su momento digitaba la presidencia (según algunos) mientras su compañero sacaba al país del caos que el neoliberalismo había impuesto. Eva, la que día y noche escuchaba las necesidades de sus “cabecitas negras” sus “descamisados”, tomando nota de las diferentes necesidades que aquejaban a uno y otro, intentando cubrir necesidades (que iban desde una máquina de coser, hasta un puesto en una fabrica). Cristina “la compañera coraje” que, sin atender las necesidades individuales, atendió las de millones permitiendo que se convirtiese en ley el derecho de elegir con quien uno puede formar pareja y ser reonocido ante la ley.
Ambas tenían en sus detractores, en sus enemigos, en los gorilas, a los personajes de las mas altas alcurnias, Eva echando a las viejas de la oligarquía por no poseer, según las estiradas coquetonas, el linaje correspondiente de una señora, Cristina la que a través de una medida inclusiva (como la asignación universal por hijo) tuvo que soportar, entre otras cosas, que un Senador sentenciara que “por la asignación aumentaron el consumo de droga y el juego”. Sus contras tenían (y tienen) idénticos calificativos para denominarlas, aunque podríamos decir que Cristina la saca más barata, a ella la mencionan como “yegua” , en la mayoría de los casos, en cambio con Eva podríamos decir que fueron más duros, al apodo de “yegua” se le
sumaban: “potranca, copera” y el siempre lamentable muro de retiro que rezaba “viva el cáncer”. En el dolor también podríamos hacer un parangón, a Eva el sufrimiento le tocó la carne cuando esa enfermedad la dejó tendida en una cama y, a pesar de los innumerables pedidos para su recuperación, nunca más pudo levantarse. (En el libro Santa Evita de T. Eloy Martinez se puede encontrar algunos de las “promesas” que hacían los más devotos de Evita, por ejemplo una mujer que anduvo de rodillas 5 hs alrededor de la Plaza de Mayo, hasta que su rótula se hizo visible, a modo de promesa para que “Evita viviese). Cristina a quien el dolor se le hizo carne cuando Néstor Kirchner emprendió su viaje a la eternidad, dejándola sola y acompañada, sola en una cama vacía, inmensa, acostumbrada (imaginamos) a las mas acaloradas discusiones políticas, acompañada por un pueblo que pide a gritos y espera con ansia el día que nuestra “compañera coraje” haga público su candidatura.
Desde aquí nunca se pretendió incurrir en comparaciones odiosas, solo quisimos mostrar cuantas similitudes tuvieron estos dos exponentes del peronismo, ambas con un aguante poco usual, ambas con dos grandes hombres a su lado, ambas con un pueblo que les brinda apoyo, cariño y que se dispone a luchar por ellas, ambas, ambas, ambas; una que se fue pero que está con nosotros todo el tiempo, con su legado. La otra que está con nosotros y no se va, desde aquí queríamos saludar a “nuestras mujeres”.

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