Lo que define a la acción política es saber obrar en el momento justo. Evita sabía. Sabía que la mujer tiene el derecho de elegir y de ser elegida. Fue su capacidad de decisión lo que la llevó a que esta intuición se materializara en la posibilidad real de la participación democrática de millones de mujeres excluidas del espacio público.
Lo que define a la acción política es saber obrar en el momento justo. Evita sabía. Sabía que la mujer tiene el derecho de elegir y de ser elegida. Fue su capacidad de decisión lo que la llevó a que esta intuición se materializara en la posibilidad real de la participación democrática de millones de mujeres excluidas del espacio público.
Evita sabía que las cuestiones vitales para una comunidad organizada quedan profundamente comprometidas cuando la legalidad y el orden favorecen a un sector minoritario y privilegiado de la sociedad. Una comunidad plural y democrática es aquella que integra y no que excluye. De darse esto último, la mirada solo alcanza el horizonte de los intereses de clase, sectoriales, corporativos.
La felicidad del pueblo, fin de todo gobierno que se precie de democrático, organiza los medios adecuados: desmantela mecanismos arraigados y revisa “principios” legitimadores de injusticias flagrantes. Para Evita no había nada que no pueda —que no deba— modificarse si lo que está en juego es la posibilidad de una sociedad más igualitaria en derechos y en oportunidades. Es por esto, que la obra de Eva se vivió como amenazante en contraste con los “logros” naturalizados por la historia de los poderosos.
El proyecto del voto femenino estaba ligado a la experiencia de la transición entre dos épocas históricas. Ya nada sería igual. No solo para las mujeres, sino también para los hombres. A la hora de pensar el universo político, ellas se ven como protagonistas activas con un irremplazable potencial de transformación. Las mujeres se asumen como sujetos de derecho y, en consecuencia, se ponen en crisis patrones propios de la cultura patriarcal. Se produce un gran cambio: el tránsito del silencio a un diálogo que las incorpora desde la pluralidad de sus voces.
Con el voto femenino, la política deja definitivamente atrás un mundo y sus representaciones. Porque decidir bien no solo es hacer política, es politizar, es levantar las banderas de la militancia en todos los campos, es proponer un mundo superador del postulado por el egoísmo individualista, es confiar en la acción para cumplir la promesa de una sociedad más justa. Es esta promesa lo que adelanta el resultado de la acción. Lo que le confiere a la voluntad un sentido. Lo que legitima las razones para respirar, estar vivos y no de cualquier manera. Evita dio hasta su último aliento por los desposeídos. Es por esto que Evita vive, vive por lo que hizo pero, todavía más, por la promesa de lo que está por venir, por lo que sigue anunciando en cada mujer con derecho a elegir y a ser elegida; en cada mujer con autonomía para gobernarse sin la tutela de otro, con libertad para generar las condiciones de una sociedad en donde primen la justicia, la libertad y la igualdad.
Frente de Mujeres Evita
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